Junto con la tendencia descendiente de la inflación, los bancos están empezando a ofrecer créditos con tasas de interés más bajas. Ante esto, una pregunta que muchos se hacen es si es momento de refinanciar o cancelar deudas que tomaron con un costo mucho mayor.
Si bien al analizar sólo las tasas de interés esto podría aparecer como una buena opción, hay varias cuestiones para evaluar antes de tomar una decisión de este tipo.
Un primer punto por considerar es para qué se quieren refinanciar deudas existentes.
Aquí podríamos tener diferentes motivos como:
-Consolidar deudas. Si tenemos distintos créditos, puede ser más sencillo de controlar si juntamos todo en una sola financiación.
-Reducir el costo de financiamiento. Este es uno de los principales motivos para refinanciar en momentos de tasas en baja: cambiar créditos caros por otros más baratos.
-Estirar los plazos (para reducir las cuotas). Si tenemos pagos mensuales muy altos, complicados de afrontar, podemos sacar créditos más largos para reducir la cuota.
Las opciones que elijamos dependerán de nuestro objetivo pero considerando los siguientes puntos.
En muchos casos, los bancos “castigan” a la gente que quiere cancelar un crédito en forma anticipada. Tanto si es en forma completa o en forma parcial.
En algunos, cobran una penalidad si se quiere cancelar antes de determinado plazo, pero luego no tienen ningún costo. Esto hay que averiguarlo y analizar si conviene precancelar (aún pagando la comisión) o bien, si es mejor esperar a superar estos plazos.
Por ejemplo, esto es lo que dice un banco en la “letra chica” de su préstamo personal:
“La comisión por cancelación anticipada total sólo será aplicada si dicha pre-cancelación se realiza dentro de los primeros 180 días o dentro de la primera cuarta parte del plazo de vigencia del préstamo, de ambos el mayor.
Comisión por cancelación anticipada: 4% para clientes preferenciales y del 6% para el resto de los segmentos, sobre el monto a precancelar”.
Sin duda, un factor muy importante para cambiar una deuda por otra es el costo del financiamiento.
En este punto, lo que hay que considerar no es la tasa nominal anual (TNA) sino el costo financiero total, CFT, (es decir, la tasa de interés, más los gastos, seguros e impuestos) de la deuda actual y del nuevo crédito.
Cabe recordar que la TNA no es una tasa real (porque no computa el efecto del interés compuesto) y tampoco incluye todos los costos. Lo que a nosotros nos interesa es el CFT y este puede ser bastante más alto. Algunos ejemplos:
Además de los anterior hay que incluir los costos de cancelación.
Si tenemos dudas, podemos ver los números en concreto: deberíamos ver cuánto dinero tenemos que pedir para cancelar la deuda anterior (con la penalidad) y cuánto nos quedan las cuotas, en el mismo plazo. De esa manera, sabremos si la nueva alterativa es más o menos costosa.
En ciertas situaciones, podríamos querer refinanciar una deuda porque no podemos pagar las cuotas y no queremos caer en mora (o, ya estamos en mora y no queremos agravar la cosa).
Para achicar la cuota mensual hay dos opciones (o una combinación de ambas):
-Alargar el plazo.
-Buscar financiamiento a menor costo (CFT).
En algunos casos, si no tenemos otra opción, podría convenir pagar un costo más alto a cambio de un plazo mucho más largo y una cuota más accesible (que podamos cumplir).
Una alternativa que hoy se está ofreciendo para préstamos personales o prendarios es dar a elegir entre un préstamo a tasa fija en pesos o un crédito en UVA (ajustable por inflación). En los créditos hipotecarios, generalmente, no hay alternativa y solamente se ofrece el UVA.
¿Qué tenemos que analizar para elegir una u otra? Indudablemente, cuando la inflación baja (y se espera que siga descendiendo), el préstamo en UVA es una buena opción. Y no lo es en la situación contraria, cuando la inflación está subiendo.
Esto es así porque la tasa fija en pesos considera la inflación actual (pero, a nosotros, nos va a interesar la inflación proyectada para el plazo del crédito) y, si esta es elevada, la tasa fija también lo será.
En cambio, en el crédito UVA se toma una tasa de interés real (por encima de la inflación). Y, si bien la cuota va a subir en función de la inflación, si esperamos que esta sea más baja, cada vez irá subiendo menos.
Esto podría ser, relativamente predecible en un plazo no muy largo (2/3 años) pero si hablamos de un plazo mucho mayor (más de 10 años, por ejemplo, como en un crédito hipotecario), es imposible de estimar y puede haber períodos de inflación baja y otros de suba inflacionaria.
Más allá de todo esto, lo más relevante al sacar un préstamo en UVA es que la tasa de interés sea realmente baja (menos del 5% para un crédito largo, como el hipotecario, y no más del 10% para un préstamo más corto, como el personal o el prendario).
Y también es importante mirar la relación entre la cuota inicial del crédito UVA y la cuota del préstamo a tasa fija en pesos. Mientras más largo el plazo, mayor deberá ser la diferencia para que la balanza se incline por el préstamo UVA.
Por: Paula Martinez
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