La inflación viene en niveles elevados hace varios años en Argentina, pero en 2022 está marcando niveles realmente preocupantes. En especial, porque nadie vislumbra un ancla para los precios, las expectativas siguen subiendo y hay un riesgo bastante cierto de descontrol que, eventualmente, podría terminar en una hiperinflación.
A lo largo del año, los valores mensuales del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que elabora el Indec, fueron altos, incluso para los estándares argentinos. El primer semestre, terminó con un 36,2% de inflación acumulada. El valor más bajo fue el 3,9% de enero, pero en julio se marcó un nuevo récord con un 7,4% uno de los más altos desde la salida de la convertibilidad en 2002.
En esta nota analizamos un fenómeno que está pegando en todos los bolsillos. Con este ritmo inflacionario, cualquier cantidad de dinero se va como agua entre los dedos y es casi imposible que cualquier recomposición de ingresos pueda alcanzar a la inflación.
Hoy más que nunca podemos decir que los salarios e ingresos suben por la escalera y los precios van por el ascensor.
Durante 2022 estamos viendo un fenómeno preocupante: tasas de inflación con pisos altos, por arriba del 4% mensual con severas complicaciones para bajar. Esto se suma a niveles superiores al 3% en casi todos los meses del año pasado.
Y el resultado es una variación interanual cada vez mayor: 2021 terminó con una variación anual de 50,9%. En todos meses de 2022, el ritmo fue subiendo. En mayo, el incremento interanual superó el 60%, y en julio ya es del 71%.
Lo preocupante es que este ritmo está lejos de controlarse. Todo lo contrario. A fin de junio, las expectativas de un incremento interanual del 75% para todo 2022. En julio, se esperaba que superara el 90% y ahora ya no se espera menos del 100%.
Para no llegar a ese nivel, las tasas mensuales deberían bajar drásticamente a menos del 4% mensual y no es lo esperado.
El principal problema económico hoy es la incertidumbre. Puede señalarse a la guerra de Ucrania (que subió el precio de combustibles y granos) o a la falta de energía (que encarece la cuenta a pagar de gas por parte del Estado y sus necesidades de financiamiento).
Pero, lo cierto es que no saber el rumbo es lo que más está afectando a la formación de precios: todo el mundo busca cubrirse por las dudas pase algo que le impacte de manera negativa. Por lo tanto, calmar las expectativas negativas (en especial, la falta de dólares que aumenta la brecha cambiaria por las perspectivas de una eventual devaluación) será clave para bajar la inflación.
En la canasta de consumo dos variables clave que están “pisadas” por el Gobierno: el dólar oficial y las tarifas de energía. El tipo de cambio oficial en 2021, aumentó sólo 22% y en lo que va de este año sube a un ritmo mayor pero por detrás de la inflación.
Los servicios públicos no tuvieron alzas durante la pandemia y ahora sufrirán una quita de subsidios, pero sin recomponer todo el atraso. Así y todo, en los próximos meses, esta recomposición se verá en la inflación.
Cuando se desagrega el IPC por segmentos, los precios regulados subieron 39,3% en los primeros 7 meses del año y 51,9% en la comparación interanual (menos que el 46,2 y 71 del índice general).
Entre los rubros que más subieron en el acumulado de los primeros siete meses del año sobresalen alimentos y bebidas (48,3%), Restaurantes y hoteles (53,7) y Prendas de vestir y calzado (56,5%). En los últimos 12 meses, aumentaron 70,6%; 90,6 y 96,7%, respectivamente.
El primero es especialmente complicado porque las familias dedican gran parte (algunas, la mayor parte) de su presupuesto a la alimentación.
En tanto, la suba del precio de la ropa y el calzado explica la retracción del consumo en estos productos.
Con esta dinámica que parece no tener freno cabe preguntarse qué podría pasar en los próximos meses.
El Banco Central (BCRA) publica todos los meses el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que compila los pronósticos de más de 30 casas de estudio. Sistemáticamente, desde el año pasado, la estimación de un mes se queda corta y se incrementa la perspectiva inflacionaria para el resto del año.
Por ejemplo, en enero, se estimaba que 2022 iba a terminar con una inflación del 55%; en los meses siguientes esta proyección fue subiendo y en julio (el último dato publicado por el BCRA) las previsiones rondan el 90,2% para todo el año.
El BCRA también publica las estimaciones de los 10 mejores pronosticadores y estos tienen expectativas aún mayores: 94,7%. Para llegar a ese número (ya demasiado alto, incluso para los estándares argentinos) durante el segundo semestre la inflación no debería superar el 4% mensual (hoy ronda el
Para agosto se espera una inflación cercana al 6% y para los meses siguientes todos valores arriba del 5%.
Con esta perspectiva, la recomendación es cuidar nuestro dinero.
No dejarlo ocioso mucho tiempo porque pierde valor cada día. Buscar opciones de colocación que den algo de interés (aunque sea menor que la inflación es mejor que nada).
Resguardar nuestros ahorros de largo plazo, pensando en divisas (dólares o activos que sigan al dólar). Tratar de anticipar cobros y retrasar pagos (sin interés).
En esta nota desglosamos varias claves para cuidar nuestro dinero con alta inflación.
Por: Paula Martinez
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