En tiempos de crisis y ‘vacas flacas’, hay que extremar las decisiones inteligentes para hacer rendir los pesos que tenemos, no asumir costos innecesarios ni generar deudas impagables.
Estas son nuestras 10 recomendaciones para poner en práctica durante este difícil 2018.
El primer consejo no tiene que ver con reducir gastos sino con cumplir con nuestros compromisos.
Aunque parezca que el dinero no nos alcanza, lo primero que tenemos que hacer al cobrar es separar el monto necesario para pagar todos los vencimientos de deuda del mes: cuotas de préstamos y saldo total de la tarjeta de crédito.
Con las tasas de interés por las nubes, patear pagos para más adelante lo único que va a hacer es que los meses siguientes la deuda crezca como una “bola de nieve” y se torne impagable rápidamente.
No nos vamos a cansar de repetirlo: recurrir al pago mínimo de la tarjeta de crédito y financiar el resto es una muy mala decisión.
Este segundo consejo está íntimamente relacionado con el primero.
Asumir un compromiso de pago en el tiempo (cualquiera sea el plazo) tiene un costo que, en la actualidad es altísimo. Las tasas de interés y los gastos relacionales hacen que el costo Financiero total (CFT) más que duplique la inflación. Y cualquier préstamo o crédito que saquemos refleja esta situación coyuntural (que en algún momento se va a superar).
Antes de comprometernos con una nueva deuda, tenemos que analizar muy bien las condiciones: salvo que los costos financieros sean muy convenientes (en casos puntuales) es preferible esperar.
Una opción es el de los préstamos en Unidad de Valor Adquisitivo (UVA) que tienen una tasa de interés fija por sobre la inflación y tienen un costo financiero más accesible que en el futuro podría bajar.
De más está decir que, si asumimos una cuota mensual, es importante asegurarnos que la podremos pagar.
Cuando el dinero escasea hay que gastarlo lo mejor posible. Esto implica, hacerlo rendir y no malgastarlo. Por eso, todos aquellos hábitos que aprendimos a la hora de ir al supermercado o similar, los tenemos que aplicar.
Ir al súper con una lista previa, aprovechar los días de descuento y promoción, mirar los precios de los productos en distintos comercios (varían mucho de uno a otro), comprar los tamaños más económicos, anticipar compras de productos no perecederos cuando estén de oferta, son algunos de ellos.
Al comprar ropa o calzado, tener en claro qué necesitamos y cómo lo vamos a usar antes de salir a buscar, para evitar tentarnos con ofertas que lo único que hacen es que nos excedamos en el gasto.
Aunque no recomendamos, para nada, usar la tarjeta de crédito para gastos de todos los meses (súper, combustibles) hay otras cosas (viajes, electrónica y electrodomésticos) que sí podemos comprar con plástico.
Si son montos que se justifican, podemos tener una ganancia financiera si la compra la realizamos enseguida, luego del cierre del mes y podemos patear el pago más de 30 días.
Por ejemplo, si nuestra tarjeta cierra el día 25 del mes y el pago vence al 5 del mes siguiente, una compra que efectuemos el día 28 recién la pagaremos casi 40 días después. Por supuesto, tenemos que asegurarnos que tendremos dinero para cancelar el monto al vencimiento, porque si no, estaríamos contrayendo una deuda carísima (como dijimos en el punto #1) que nos haría perder lo ganado.
En momentos en los cuales la inflación es alta y la tasa de interés también, si tenemos el dinero, nos puede convenir adelantar pagos que sepamos que van a aumentar mucho en el futuro próximo.
Pero, hay que ver cada caso en particular, porque hay cuotas que no se van a ajustar en lo que va del año o su aumento va a ser menor a la inflación o la tasa de interés y, en ese caso, lo conveniente es no adelantarse sino esperar al vencimiento (si tenemos la plata la podemos poner en un plazo fijo u otra alternativa para que genere interés).
Vacaciones. En este caso, hoy más que nunca hay que tratar de que, al salir de viaje, ya tengamos todos los gastos grandes (viaje, alojamiento, traslados) pagados.
En caso de ir al extranjero, lo mejor es comprar dólares a medida que tenemos el dinero para congelar el tipo de cambio. Los podemos dejar en una cuenta para usarlos con tarjeta de débito o crédito al viajar.
Este punto parece obvio, pero muchas veces nos cuesta y, al final, no lo ponemos en práctica.
A la hora de recortar gastos, empezar por los superfluos es lo mejor. El tema es que muchas veces nos cuesta ver en qué se nos va el dinero.
Buscar alternativas de esparcimiento más económicas, no realizar compras innecesarias ni adquirir productos que no vamos a consumir o usar, son algunas de las cuestiones que podemos hacer.
Si registramos nuestros gastos diarios y revisamos a dónde van, seguro que encontraremos qué cortar si nos hace falta.
Los gastos fijos, en general, insumen un monto importante de nuestro presupuesto. Tienen la contra de que muchas veces son inflexibles a la baja: o lo pagamos y tenemos el servicio, o no. Estamos hablando de alquiler, cuota del colegio, seguro del auto, expensas, cable, Internet, celulares (en algunos casos), impuestos inmobiliario y automotor, cuota del gimnasio, de inglés, etcétera.
Si el porcentaje es demasiado alto y el monto mensual es tal que no nos queda nada para los otros gastos (algunos básicos como los alimentos, el transporte y los servicios públicos), quiere decir que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades.
Aquí tenemos dos opciones: o los eliminamos (sacamos el cable, dejamos de ir al gimnasio) o lo reducimos (nos mudamos a una casa más económica, cambiamos a un auto más barato, por ejemplo).
Con la suba de las tarifas, tanto el gas natural como la electricidad tienen valores muy altos y no está la cosa para pagar por algo que no se usa.
No se trata de ‘morirse’ de frío en invierno ni de calor en verano, sino de usar esos recursos en forma eficiente. No prender artefactos cuando no haya personas en el hogar y regular la temperatura ambiente para evitar sobrecalentar o sobreenfriar los ambientes, son algunos de los consejos.
Ahorrar dinero puede parecer una utopía cuando la plata no alcanza, pero es una práctica muy saludable para implementar en cualquier momento (mejor, si es cuando no hay escasez, claro).
Toda familia debería tener una fondo de reserva para imprevistos: un arreglo en la casa o el auto, el cambio de un electrodoméstico, una enfermedad. Si no los tenemos, ante cualquier eventualidad tendremos que salir a endeudarnos y, en momentos que el financiamiento es tan caro, eso es un problema grande.
Para quien tiene un capital ahorrado, tenerlo invertido en alguna opción que, al menos, mantenga su poder adquisitivo (siga a la inflación) es fundamental.
Es importante diversificar en tipo de moneda (tener una parte en pesos y otra en dólares), plazos e instrumentos para atenuar la volatilidad y reducir el riesgo.
Opciones en pesos: plazo fijo UVA, Lebac, , Letes en pesos, títulos públicos ajustados (Bonos en CER u otros), Fondos comunes de inversión en estos instrumentos, acciones (ojo con estas, son para inversores más arriesgados).
Opciones en dólares: caja de ahorro en dólares (no genera rendimiento, sirve para tener disponible en un viaje, por ejemplo); Letes en dólares, Títulos públicos en dólares (los más negociados: Bonar 2020 y Bonar 2024), títulos del exterior, Fondos comunes de inversión en dólares.
Por: comunidadpresupu-admin
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